El Valor de la Danza (1)

17 de noviembre de 2010

Esta es una de esas "notas de catarsis" que he hecho en varias oportunidades. Esta es una reflexión acerca del oficio del bailarín, del maestro y del coreógrafo...

En Colombia cualquiera baila... eso no es malo, todo lo contrario, es muy bueno! Un coreógrafo y director Mexicano dijo alguna vez de nosotros que somos un "país de danzantes". El baile es un elemento inseparable de nuestra vivencia cotidiana, de nuestras celebraciones, de nuestra vida social, de nuestra vida amorosa. Aquí valoramos a los que saben bailar en fiestas, reuniones y discotecas.

Desafortunadamente, esta misma valoración de aquel que baila bien en el ámbito social, ha hecho que no valoremos la danza como una profesión. Como todos en Colombia bailamos, damos por sentado que el baile es natural, que todo el mundo puede hacerlo, que no es algo que merezca ser tenido en cuenta como arte sino como entretenimiento, o, en todo caso, dado que es divertido y está asociado a la juerga y a la rumba, no es algo decente, respetable y profesional. Cualquiera puede "menear el rabo", el que se dedica a hacerlo es superficial y vanal, y no tiene mucho en su cabeza.

Así que, cómo es que alguien va a "estudiar" danza?. Eso es inconcebible! Mucho más inconcebible ser profesional y dedicarse a eso para vivir. Hay muchas academias de baile, de todos los sabores, colores, niveles e intenciones. La gente acude porque quiere aprender cosas que no sabe... pero muchos no quieren pagar el precio de aprender la danza. Y no hablo sólo de lo económico.
Fotografía: Felipe Camacho. Edición: Johanna Vargas
La danza nos atrapa. Creo que sí debe ser una herencia divina de los Dioses, como creen en la India, porque nos conecta con la divinidad en nuestro interior... con el silencio profundo y con la majestuosidad de la vida y su sensualidad corpórea... La danza es difícil de capturar en palabras y a veces los que bailan no se dan cuenta de que están haciendo cosas que son asombrosas, artísticas, que merecen ser contempladas y valoradas desde el arte y la belleza.

Los que nos decidimos a construir, aprender, amar y vivir con y para la danza, nos estrellamos de manera cotidiana con estos sucesos: por un lado la subvaloración de nuestra profesión y oficio, y por el otro, la maravilla de lo que sucede cuando las personas bailan.

La razón por la cual hoy escribo es por lo que le sucedió a una amiga, compañera de la danza. Ella, como muchos de nosotros, además de bailar, se ha dedicado a enseñar a bailar para poder vivir de nuestro arte. Lleva muchos años enseñando. Ella fue llamada a un lugar para dar unas clases. Al llegar, le exigieron que montara una coreografía, por el mismo precio de las clases y, además, en cosa de dos meses. Ella se negó. Los que la habían llevado le preguntaban: "pero, no es algo complicado, no puedes hacer algo sencillo?". Y esa, claro que sí, es la pregunta clave.

Como es normal, en el proceso de enseñanza - aprendizaje, llega un momento en el que, más allá del baile social, es muy interesante realizar coreografías y montajes que permitan ver los avances del proceso y compartir con los demás lo que los estudiantes han aprendido. Pero es muy distinto cuando, sin un proceso previo, se te invita a hacer un montaje coreográfico. Las exigencias suben... porque coreografiar es un arte parecido al diseño de la relojería suiza: de alta precisión y con muchos detalles pequeños de mucha importancia.

Las personas que quieren bailar no conocen el valor real de una coreografía. Hablo de los derechos de autor, tanto los morales (esa idea de movimiento ha sido obra de mi trabajo y de mi esfuerzo, y es original de mi creación), como los patrimoniales (dado que esa idea es mía, quien quiera usarla debe pagarme).

Se me ocurre que un buen ejemplo para hacer el paralelo es el de un ingeniero civil al que se le pide que haga un diseño así, rápido y sencillo, para un puente sobre un río. El ingeniero debe conocer las condiciones geológicas y edafológicas del sitio, y el peso que debe sostener el puente, entre otras muchas cosas. Y, sólo por el estudio preliminar, antes de hacer un diseño definitivo, el ingeniero cobra unos honorarios por la asesoría.

De la misma manera, un coreógrafo necesita conocer el material del que dispone, que son los bailarines, sean profesionales o no. Necesita saber el tipo de evento en el que se desarrollará la coreografía, el tipo de escenario, el tiempo que tendrá. Y así como a ningún ingeniero serio se le pide que haga un puente en un mes, a un coreógrafo no habría porqué pedirle que haga un montaje en 4 semanas, sobre todo cuando no está trabajando con bailarines profesionales y sólo tiene una o dos sesiones a la semana para realizar su trabajo. Y al igual que el trabajo del ingeniero, del arquitecto, del médico, del abogado, el oficio del coreógrafo tiene una valoración económica diferente que el del profesor y el del bailarín. Un ingeniero puede dar clases, pero no es lo mismo dar una clase que construir un puente. Son dos cosas distintas.
Fotografía: Felipe Camacho
Cuando entregamos una coreografía a nuestros estudiantes, muchas veces no les hacemos caer en cuenta que les estamos regalando una parte de nuestra creación. Ellos podrán reproducirla en donde quieran y, gracias a ella, podrán bailar ante un público si así lo desean. Como ya dije, a veces hace parte del proceso pedagógico, pero no necesariamente. Así que no porque vas a dar una clase, pueden exigirte que hagas una coreografía.

Además, como muchas personas no comprenden realmente como es esto de la danza, creen que un montaje coreográfico puede hacerse como lo hacíamos en el colegio: nos reunimos en las tardes después de clase dos días a la semana y tenemos en dos meses algo listo para el centro literario. Pues sí, pero no. Sí puede hacerse así, pero obviamente los resultados no van a ser los mejores. Además, muchas personas pretenden verse como tal o cual bailarín (famoso o no) que vieron en la televisión, en el teatro o en el cine, pero no comprenden la cantidad de trabajo y esfuerzo que eso supone. Quieren soluciones fáciles. Sé que eso está pasando en todos lados en la sociedad y no sólo en la danza, pero no significa que esté bien.

La cosa se complica porque muchos de nosotros regalamos nuestro trabajo y no nos damos cuenta. No les exigimos a nuestros estudiantes que nos den crédito por nuestras coreografías cuando van a bailar por fuera de nuestros eventos. Permitimos que nos exijan coreografías y las regalamos sin señalar que esa creación nuestra es un elemento totalmente diferente del proceso de enseñanza - aprendizaje.

Creo que esta reflexión es parte del crecimiento del gremio en Colombia: valorar nuestra Danza y hacer que la valoren...

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