El poder de la palabra

Hace muchos, pero que muchos años, escribí un cuento que repetía como un encantamiento esta frase: "no pudo soportar el poder de La Palabra". Se refería a una palabra en concreto que envolvía con su encantamiento a quien la pronunciaba y a quienes la rodeaban.

Como docente me he dado cuenta del peso que mis palabras pueden tener en la vida de mis estudiantes. Quisiera decir que siempre he dicho palabras positivas, constructivas, y de aliento, pero sé que no ha sido así; sé que más de una vez he dicho cosas que hirieron, hicieron daño o marcaron en un sentido que no fue benéfico. Deseo de corazón que haya sucedido eso en el menor número de casos. Y también pido perdón a todos a quienes haya herido con mis palabras.

De niña y adolescente sé que fui cruel, muy cruel, con personas que no lo merecían. Me sentía con el privilegio de despreciar a algunos compañeros de colegio porque consideraba que no estaban a mi nivel intelectual. La verdad no sé cómo hice amigos en ésa época. Afortunadamente eso ha ido mejorando con los años (o al menos eso creo). Es totalmente injustificable este tipo de comportamiento por parte de cualquier persona, sea quien sea.

Con esta confesión tardía de mis faltas pasadas y, desafortunadamente, aún presentes, quiero poner sobre la mesa el impacto de lo que decimos en los otros. Pero aún más específicamente, de lo que PUBLICAMOS en las redes sociales.

En esta arena de combate en la que se han convertido nuestros muros y líneas de tiempo muchísimas veces el leguaje mesurado, los argumentos y la sensatez son las primeras cosas en desaparecer. Nos apasionamos por un tema y dejamos de tener la perspectiva de lo que escribimos. Así tengamos razón o no, cometemos un montón de faltas de lógica y argumentación, degradamos al otro por el placer de hacerlo, nos embriaga la sensación de poder. Y realmente no convencemos a nadie de nada. Se crean bandos que sólo escuchan lo que quieren oir y que defienden a sus amigos sin saber realmente los hechos involucrados.

Si revisan mi muro, hay algunas cosas con las que soy taxativa, en las que no cedo porque no puedo con ellas: los ataques y acosos sexuales contra mujeres, las actividades que atentan contra las comunidades y el ambiente, los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Intento hablar desde lo que sé, desde mi experiencia en carne propia y desde lo que me han enseñado quienes han sido afectados por estas situaciones. Pero obviamente también me equivoco y obviamente juzgo muy rápido. Todos lo hacemos.

En el calor del debate apasionado podemos herir el buen nombre de otros, asumir como propios daños que no son nuestros, sentirnos involucrados sin que el mensaje sea para nosotros, apoyar argumentos que no sabemos si son ciertos. Lo peor es que al final las comunidades virtuales quedan divididas, con mucha ira y con resentimientos sin sentido. Con el agravante de que todo de lo que entra en la red no desaparece nunca por completo, muchas veces se extiende como un incendio y puede afectar de manera permanente tanto a las personas involucradas como a otras que en principio no tenían nada que ver con el asunto.

Estoy a favor de la discusión constructiva. Sin embargo, hay "trolls" en todas partes con los que no vale la pena discutir. Estoy segura de que hay mucha gente con la que sí se puede hablar, pero no en el calor de la ira. Y como lo he comprobado en un par de espacios de discusión, lo más probable es que no se llegue a un acuerdo con el otro, pero sí se pueden ampliar nuestras perspectivas sobre un tema.

En estos momentos en los que estamos atados a las redes por la contingencia actual, tal vez sería bueno que revisaramos la pertinencia, empatía y veracidad de lo que publicamos. Muchos chistes que creemos inocentes están basados en la discriminación y estigmatización de grupos poblacionales. Muchas imágenes y memes difunden noticias falsas o tendenciosas. Muchas cosas que damos por hecho de otros pueden generar impactos inesperados, como alejar amigos o hacer perder posibilidades de trabajo.

Las palabras tienen muchísimo poder: así como construyen mundos también destruyen corazones y vidas enteras. Si nuestras palabras fueran encantamientos, ¿qué mundo estaríamos construyendo con ellas? ¿Estamos ayudando a crear un mundo más empático y menos siniestro? ¿Estamos generando consciencia? ¿Estamos divulgando verdades? ¿Cuál es nuestro papel como creadores de contenido, maestros y docentes?

Quisiera decir que mis palabras son ahora impecables, pero estaría mintiendo. Aún estoy aprendiendo. Sólo espero inspirarme en la sabiduría que dice:

Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio no lo digas. (Proverbio árabe)
Tomado de https://www.frasesde.org/frases-de-silencio.php

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